El Museo Nacional del Virreinato del Instituto Nacional de Antropología e Historia, es uno de los sitios de cultura más importantes de México en donde converge la mejor colección de arte virreinal del país, una muestra completa de retablos de estilo barroco churrigueresco y un lugar que fue construido con formas arquitectónicas distintas, que en su conjunto reúnen más de 300 años del periodo novohispano.
Se trata de un lugar único donde se tiene la oportunidad de conocer y de admirar detalles sobre el ex colegio jesuita de San Francisco Javier y de la vida de sus antiguos moradores. Al mismo tiempo, descubrir los rincones de un edificio colonial de una gran belleza y conocer de cerca cientos de piezas de arte que reflejan la forma de pensar y de actuar de quienes vivieron en los siglos XVI al XIX.
Uno de los principales atractivos del lugar, actualmente convertido en el Museo Nacional del Virreinato, son los retablos de la iglesia de San Francisco Javier, que diseñó el destacado pintor oaxaqueño Miguel Cabrera y que ejecutó el escultor Higinio de Chávez, en el siglo XVIII.
Los retablos son una obra de especial belleza que integran una amplia gama de imágenes, de esculturas y de decoraciones talladas en madera de cedro blanco, recubiertas en hoja de oro de 23.5 kilates.
La iglesia y el ex colegio jesuita se construyeron en honor de San Francisco Javier, en el siglo XVI. Fue un santo misionero de la Compañía de Jesús que hizo labor de evangelización en la Nueva España, el cual murió en Asia, ese mismo siglo.
La devoción que le mostraron los integrantes de la Compañía de Jesús al misionero, se reflejó en las tallas que ocupan el retablo central donde puede verse a San Francisco Javier rodeado por la Virgen María y sus padres, San Joaquín y Santa Ana; San José y el Niño Dios -esposo e hijo de María, respectivamente-, y San Juan Bautista -primo de Jesús-. Todos integran una explicación teológica de la familia.
Otros dos retablos principales, fueron los que se dedicaron a la Virgen de Guadalupe y a San Ignacio de Loyola, cuya elaboración se atribuye también al pintor Miguel Cabrera, según consta en un contrato antiguo que fue descubierto por investigadores del museo.
En la misma iglesia de San Francisco Javier, pueden apreciarse otras diez tallas del mismo estilo barroco churrigueresco, que se caracterizó por la colocación de pilastras que sostienen la estructura y por la abundancia de imágenes en su decoración, la cual fue preponderante en la época virreinal, cuya técnica semejante se utilizó para construir fachadas de edificios en México, Guanajuato y Puebla, principalmente.
El Museo Nacional del Virreinato tiene 35 puntos de interés, que pueden conocerse a través de un paseo que dura tres horas 15 minutos aproximadamente.
La ruta más larga es la que se hace al visitar el ex colegio de San Francisco Javier, un lugar que ocupó esa orden religiosa hasta que el Rey Carlos III ordenó la expulsión de esa congregación religiosa todos los reinos españoles, en 1767.
El itinerario consiste en visitar la entrada del museo, la portería, el Claustro de los Aljibes, la botica, las pinturas de Cristóbal de Villalpando, la biblioteca antigua, la Iglesia de San Francisco Javier y la Capilla Doméstica o de los Novicios, siendo ésta última un sitio donde se celebraba misa y se rezaba el rosario diariamente, desde la primera mitad del siglo XVII hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
En la bóveda de la Capilla Doméstica pueden verse pintados los escudos de los franciscanos, los dominicos, los agustinos, los jesuitas, los carmelitas y los mercedarios, mismos que fueron acomodados del altar hacia la puerta, de acuerdo con su llegada a España, en 1524, 1526, 1533, 1527, 1585 y 1589, respectivamente.
Los visitantes también pueden conocer los espacios que fueron usados en forma cotidiana por los integrantes de la Compañía de Jesús como el patio de cocinas, la cava y el frigorífico, la despensa, la cocina, el refectorio y el jardín de los naranjos así como la huerta de 3 hectáreas, principal lugar de esparcimiento y una zona en la que se cultivaron plantas medicinales, frutas y hortalizas.
En la parte más alta del impresionante edificio colonial que alberga el Museo Nacional del Virreinato, se ubica un mirador desde donde se puede apreciar el área norte del pueblo Tepotzotlán, los claustros y los Aljibes, una estructura hidráulica, que sirvió para captar el agua de lluvia y llevarla hacia la cocina, donde se utilizó para el consumo de los inquilinos.
Este relevante espacio, que ocupa casi la totalidad de las antiguas instalaciones del ex Colegio de San Francisco Javier, contiene la más importante colección de objetos relativos a la historia colonial del país. Posee una maravillosa muestra de veinte pinturas del célebre artista novohispano Cristóbal de Villalpando con la historia de San Ignacio de Loyola.
También se exhiben importantes obras de Juan Correa, Martín de Vos y Miguel Cabrera, entre otros, así como objetos de uso religioso y civil, entre los que se pueden mencionar una escultura en madera, cera y pasta de caña de maíz, una colección de utensilios de plata, imágenes talladas en marfil relacionadas con el comercio con Oriente, cerámicas, armaduras, arte plumario, textiles, armas, muebles y una extensa biblioteca histórica con más de 4 000 ejemplares que incluyen algunos incunables, y en sus bellos jardines la fuente original del llamado Salto del Agua, la cual remataba el viejo acueducto que nacía en Chapultepec.
El Museo Nacional del Virreinato que se encuentra en esta localidad se considera que es un museo dentro de otro, pues esta alojado en una hermosa muestra arquitectónica del barroco mexicano (conjunto conventual del siglo XVII).
Reúne una importante colección del arte virreinal. La vasta colección que expone este bello museo abarca un extenso número de expresiones religiosas que se manifestaron en el campo de la pintura, la escultura y las artes menores y aplicadas.
En las salas se concentran colecciones de la época virreinal como invaluables piezas de cerámica, plata, oro, muebles, esculturas y textiles.
miércoles, 22 de octubre de 2014
FESTIVIDADES

6 de Enero. Día de los Santos Reyes Amatecpec, Estado de México. Bailes, música, feria, juegos pirotécnicos
2 de Febrero.Chalmira, Estado de México. Fiesta de la Candelaria, danzas de Moros, apaches y pastoras, juegos pirotécnicos, procesiones
5 de Febrero. Gandza, Estado de México. Fiesta de la Virgen de San Juan, música, danzas de Pastoras y santiagueros, Juegos pirotécnicos
10 de Febrero.Texuixquiac, Estado de México. Fiesta patronal del Señor de la Capilla, se celebra la Octava, bailes, juegos pirotécnicos, danza de las Varas
21 de Marzo. Cuatzingo, Estado de México. Fiesta de San Gregorio, juegos pirotécnicos, feria
25 de Marzo. Ocopulco, Estado de México. Fiesta patronal de la Encarnación del Divino Verbo, música, bailes, juegos pirotécnicos, feria, danzas de Vaqueros, Santiagos y Sembradores
1 de Mayo.Otumba, México. Con motivo de la singular celebración denominada Día del Burro, en esta histórica población se efectúa una feria popular; hay juegos pirotécnicos, bailes, música de viento y una insólita carrera de burros. Otumba se localiza al noroeste de la ciudad de México, muy cerca de Teotihuacan y San Martín de las Pirámides
3 de Mayo. CHALMA, MÉXICO. Fiesta de la Santa Cruz, Día de los Albañiles y los Constructores que en este santuario se ce labra con danzas de concheros, velación de cruces, juegos pirotécnicos y una feria comercial
15 de Mayo. Tenancingo, México.Se festeja a San Isidro Labrador con procesiones en las que participan campesinos que llevan a benecir sus yuntas de bueyes y otros animales al atrio del templo. Las bestias son adornadas para esta ocasión con flores de papel, guirnaldas, moños y en algunos casos, las yuntas lucen sobre el yugo cuadros o pinturas de San Isidro, patrono de los agricultores, hechas con semillas de vivos colores
15 de Mayo.Zumpango, México. Se festeja a San Isidro Labrador en los barrios de San Marcos y Santa María con la clásica bendición de las semillas y las yuntas, bellamente adornadas.
7 de Junio. Coatepec Harinas, México. Se celebra el domingo de Pentecostés con procesiones, danzas de moros, cristianos, tecuanes, pastoras y vaqueros.
8 de Junio. Metepec, México. Se celebra el martes siguiente al primer domingo del mes. Por la mañana recorren el pueblo jinetes que dan y piden ofrendas de casa en casa. Se presenta en el templo una exposición de altares domésticos, vistosos cuadros de semillas y yuntas adornadas. Por la tarde hay un desfile en el que los participantes llevan disfraces.
13 de Junio. Huixquilucan, México. Fiesta de San Antonio, la cual se celebra con danzas de Moros, Concheros, Santiagueros, juegos pirotécnicos y feria. Generalmente la posponen para el domingo posterior a la fiesta de San Antonio Tultitián
14 de Julio.Cuautitlán, Estado de México. Fiesta de San Buenaventura. Música, juegos pirotécnicos, procesiones, feria.
1 de Agosto. El Arenal, Estado de México. Fiesta de Santa Esperanza, música, danza de Pastoras, juegos pirotécnicos
30 de Septiembre. Aculco de Espinoza. Fiesta de San Jerónimo, feria religiosa y comercial
24 de Noviembre.Chalma, Estado de México. Fiesta de Cristo Rey
25 de Diciembre. Santiago Tianguistengo. Fiesta de la Virgen del Buen Suceso, música, juegos pirotécnicos, feria.
DULCES TIPICOS
El dulce típico mexicano tiene una tradición de más de 100 años, es uno de los elementos más significativos en todo tipo de eventos concernientes a la gastronomía mexicana por su exquisito sabor.
¡Aaalegríiaas! ¡Muéeganooos! ¡Chaaramuscas! ¡Aaalegríiiaas! ¡Muéeganooos! ¡Chaaramuscas! ¿Quién no recuerda el pregón del dulcero en el viejo cine de barrio, en las calles de nuestra ciudad? ¿Y a quién, con el evocativo recuerdo de este dulce pregón, no se le hace agua la boca y se le antoja saborear uno de los deliciosos productos del dulcero?
La dulcería es una añeja tradición mexicana con raíces tanto autóctonas como hispanas, y los mexicanos somos golosos dulceros. Por ello, es natural que exista en nuestra ciudad capital, así como en la mayoría de las poblaciones importantes del país, un mercado central de dulces.
El mercado de dulces de la ciudad de México está ubicado en el límite norte del Centro Histórico de la capital, sobre la Avenida Circunvalación, a un costado de la Merced, y ahí puede uno encontrar todo tipo de golosinas, principalmente mexicanas.
Ciento cincuenta y un locales distribuidos en 12 pasillos forman lo que es el mercado original, el cual, a través del tiempo, se ha extendido por los alrededores. Y como en todos los mercados públicos de la ciudad, en el pasillo central hay una imagen de la Virgen de Guadalupe protegiendo el lugar y a las personas que laboran en él.
Originalmente, en los locales sólo se vendían los dulces exhibidos que cabían en la mesa de madera; mas poco a poco, ante la creciente demanda de la clientela, se fueron extendiendo y utilizando cada rincón, cada espacio del mismo, para así poder vende una gran variedad de estos productos.
Como muchas actividades de la vida nacional, la dulcería es de tradición familiar. Así, cada local es manejado por una familia: el padre lo traspasa al hijo, éste a su vez al nieto y así sucesivamente. Y en muchos casos, los dueños de los diferentes locales son parientes entre sí.
El mercado de dulces es el centro de abastecimiento para muchos comerciantes al menudeo establecidos a lo largo y lo ancho de la ciudad, pues es aquí donde vienen a surtirse de las golosinas que expenden. Los dulces empaquetados son llevados directamente al mercado por los fabricantes. Éstos se surten dependiendo del tiempo en el que se vende el producto: una cada semana, otros cada 15 días. Dentro de estos dulces podemos encontrar paletas de todos los tipos, caramelos, chocolates, cacahuates, “miguelitos”, etcétera, de las más diversas marcas. Los dulces típicamente mexicanos también son distribuidos por fabricantes especializados, y son surtidos con una frecuencia mayor, ya que tienen que venderse frescos. Los únicos dulces que hacen en el mercado los dueños de los locales son las frutas cubiertas.

En nuestros dulces típicos podemos hallar una muestra más de la imaginación y de la creatividad de nuestra gente en todas las regiones del país, ya que están hechos a base de los más variados elementos como frutas, nueces, semillas, cactáceas, etcétera, lo que nos habla de cómo se aprovecha todo lo que nos ofrece cada lugar de nuestra pródiga naturaleza. Así, podemos saborear las deliciosas alegrías hechas a base de semillas de amaranto; las coloridas pepitorias, que como su nombre lo indica son elaboradas con pepita de calabaza; las dulces palanquetas, hechas con nuez o con cacahuate; los macarrones de leche azucarada; las cocadas; los variados dulces de leche; los jamoncillos de pepita; el acitrón, producto de nuestras cactáceas; los tamarindos enchilados o salados; las charamuscas estiradas; las trompadas que le rompen las muelas al incauto; todo tipo de frutas cubiertas como calabaza, chilacayote, higo, piña, naranja, tuna, y los limones rellenos de coco. Y cómo olvidar las crujientes morelianas, los pirulís, las jaleas, las obleas, las dulces peladillas y los malvaviscos de diferentes colores, tamaños y formas.
En los alrededores del mercado se han abierto muchos comercios dulceros que no pertenecen al mercado mismo. En éstos, además de encontrar los dulces típicamente mexicanos, podemos adquirir dulces de importación así como cacahuates, almendras y pistaches, canela en rama o molida y chicharrones caseros.
La gente que labora en el mercado de dulces es buena y trabajadora, además de tener un enorme cariño a los dulces y una gran dedicación a su trabajo. Cada local del mercado es una obra de arte pues los dulces se colocan de tal forma que recrean la vista del comprador y despiertan su apetito. El producto debe colocarse de manera tal que permita aprovechar hasta el último rincón del espacio disponible y, a la vez, poder sacarlo sin que se caiga el resto.
A los vendedores no les gusta que los clientes manoseen los dulces, por lo tanto ahí se aplica el tradicional “si no compra, no magulle”.
En este mercado encuentra uno dulces que no están en venta en ninguna dulcería de los supermercados o de las tiendas de autoservicio. El precio no es alto y sólo hay pequeñas diferencias de un puesto a otro. En ocasiones se puede lograr una rebaja si se compra al mayoreo.
Cerca de la Navidad es casi imposible caminar por el mercado, porque los pasillos son muy estrechos y hay muchísima gente.
Visitar el mercado de dulces es una experiencia que no nos podemos perder ni mexicanos ni turistas y mucho menos los capitalinos, que lo tenemos, por así decir, a la vuelta de la esquina. Se lo recomendamos, no se arrepentirá, ya que de ahí saldrá contento y satisfecho por haberse acercado un poco más a la historia y a las tradiciones de nuestra patria, por haber disfrutado de la belleza y variedad de los productos que ahí se expenden y de la amabilidad de quienes ahí laboran, y sin duda por las adquisiciones que de seguro hará de sus golosinas favoritas, las cuales le recordarán gratamente los más dulces días de su infancia y juventud.
Curiosamente, en el escudo de Celaya, ciudad natal de la riquísima cajeta, aparece una leyenda que reza: De Forti Dulcedo, que en español quiere decir “de los fuertes es la dulzura”.
No puedo hablar por ustedes, pero para mí la cajeta es uno de esos pocos manjares a los que me aficioné cuando era niña y cuyo vicio no he podido dejar al pasar de los años ni a pesar de los kilos. Esa consistencia tersa que se pega a la cuchara, a las manos y a los labios retándonos a paladearla, es única en el mundo, y su sabor es tan especial que basta cerrar los ojos unos instantes para recrear ese empalagoso deleite.
La cajeta es una golosina que no discrimina edades, fronteras y mucho menos estilos culinarios. No sólo tiene un sabor que embruja a quien la prueba sino que además es el ingrediente principal en una gran cantidad de recetas de repostería de origen tanto mexicano como internacional. ¿Quién no ha probado las deliciosas crepas bañadas en cajeta y adornadas con nuez?
Poco me sorprendió descubrir que la cajeta se fabrica desde la época del virreinato, cuando los españoles que fundaron Celaya trajeron consigo la receta de la leche quemada. Celaya fue fundada en 1570 y fue nombrada “Muy Noble y Leal Ciudad de Celaya de la Purísima Concepción” en 1658, no sin antes sufrir una crisis de identidad por haber sido antes Zelaya y Selaya. Como si ya desde entonces se supiera el importantísimo lugar que ocuparía esta ciudad como productor de una de las reconocidas delicias mexicanas, en su escudo aparece la leyenda De Forti Dulcedo, que se traduce como “de los fuertes es la dulzura” o “la dulzura del fuerte”, ya que el origen de Celaya se remonta a un fuerte que construyeron los frailes franciscanos para resguardarse de las belicosas tribus nómadas de indios chichimecas.
Como ha sucedido en el resto del país, en donde se ha tomado la fruta o producto más característico de la región para crear un dulce típico, la abundancia de cabras fue el factor principal para que Celaya se transformara en el lugar de origen de la cajeta, ya que la leche de este animal es su principal ingrediente.
Año con año y década con década, el original dulce fue ganando adeptos hasta ubicar a la “puerta de oro del Bajío”, como se conoció a Celaya centenares de anos más tarde, en el mapa de nuestros exquisitos dulces regionales. A principios de este siglo era ya tal su popularidad, que cuando en 1910 se instaló en esta ciudad la torre hidráulica vulgarmente conocida como “La Bola”, se decía en broma que estaba llena de cajeta y que bastaba abrir una llave para tomar toda la que se quisiera.
El nombre de este dulce proviene del cajete de madera que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales para envasarla y que le da ese sabor tan especial. Una peculiaridad de estos cajetes, es que tienen cuatro divisiones para separar las diferentes variedades de cajeta que se producen.
Actualmente, la elaboración de este legendario dulce está a cargo de unas 40 empresas familiares que han conservado esta tradición, heredando sus conocimientos de una generación a otra. En estas empresas la cajeta aún se prepara en forma casera, utilizando grandes cazos de cobre en donde, sobre fuego directo, se pone a hervir la leche bronca de cabra. La cajeta se “rinde” con azúcar y carbonato que, además de oscurecerla, ayuda a controlar la acidez de la leche. Con grandes palas de madera, la mezcla se mueve una y otra vez hasta lograr el punto de espesor deseado, entonces se añade el saborizante y la cajeta está lista para ser depositada en los históricos cajetes o en frascos de vidrio.
La producción de este tipo de empresas caseras es de un promedio de 130 litros diarios, que básicamente se distribuyen de forma local, y tienen como principal cliente al turismo que, temporada tras temporada, acude a Celaya para saborear su cajeta. Por esta razón, hacen mejor negocio en la época de vacaciones. La única desventaja que enfrenta la producción tradicional de cajeta, es que ésta se azucara con rapidez, ya que no se le agregan conservadores para no alterar su pureza. Si usted quiere darse un gusto, encontrará la cajeta más fina en expendios como “La Tradicional”, empresa reconocida en Celaya como la que elabora la más pura cajeta.
Como ustedes pueden imaginarse, la demanda de cajeta en el país requiere de un volumen de producción mucho mayor, y fue por eso que desde hace varios años surgieron empresas que pueden producirla en mayores cantidades y que incrementan el tiempo que ésta retiene sus cualidades sin sacrificar tradición ni calidad. De las siete u ocho fábricas que se ubican en la ciudad, la mayoría lleva más de 30 años funcionando, y aunque han modificado ligeramente la receta para incrementar la producción y la vida del producto, el proceso de elaboración es en esencia el mismo.
En su mayoría, estas industrias producen dos tipos de cajeta: la “tradicional”, que es más parecida a la elaborada en forma casera, y la “comercial”, a la que se agrega glucosa de maíz para que conserve por más tiempo sus propiedades. La cajeta tradicional se considera un dulce más fino y se compra frecuentemente como regalo, mientras que la cajeta comercial se vende principalmente a negocios. Esto se debe en gran medida a que la variedad de cajeta comercial puede durar hasta 10 meses sin perder sus cualidades.
Algunas de las cajetas comerciales se elaboran con leche de vaca y no de cabra. De esta manera se logra un producto más económico pero no por ello menos sabroso. Aun valiéndose de métodos rudimentarios para fabricar la cajeta, las industrias de Celaya llegan a producir la muy respetable cantidad de 800 litros diarios.
Las variedades de cajeta de más abolengo son la natural, la envinada, la quemada y la de vainilla, aunque también es posible encontrar de nuez, de piñón, de fresa y otros originales sabores. En los establecimientos más tradicionales la cajeta quemada se logra dejando cocer la leche seis horas en lugar de tres y la variedad que se produce en mayor volumen, casi dos veces más que el resto, es la envinada. Los cuatro sabores tradicionales son los que generalmente se envasan en los cajetes con cuatro divisiones de los que hablamos, pero si van a Celaya encontrarán pequeños cajetes individuales de cada variedad. Eso sí, no vayan a confundir la cajeta que encuentran en el supermercado con la que aquí describo, ya que, aunque es una muestra de la popularidad que logró la cajeta al ser el único dulce regional que se produce actualmente en forma masiva, esta cajeta simplemente no es de Celaya.
Si ustedes son aficionados a los dulces típicos mexicanos, sabrán de sobra que no han sido sólo las cajetas las que han dado fama a Celaya, sino también los dulces que se elaboran ya sea a partir de la cajeta o como variantes del mismo proceso. Los más famosos son los chiclosos, para los que únicamente se deja espesar por más tiempo la leche; las obleas y las miniobleas, que como ustedes seguramente saben son dos obleas rellenas de cajeta; las natillas, que son el dulce más fino que se produce, y los jamoncillos, que se elaboran deshidratando por más tiempo la leche. También pueden encontrar en Celaya las “marinas”, riquísimas bolas de chicloso cubiertas de nuez y, aunque no son dulces típicos de la ciudad, las muy conocidas cocadas, las palanquetas y las pepitorias, amén de un sinfín de variedades más.
Me llamó la atención el trabajo que cuesta encontrar la cajeta original de Celaya en la ciudad de México. Esto se debe a que la mayoría de los fabricantes distribuyen su producto a un puñado de ciudades como Querétaro, Irapuato, Querétaro, León, Salamanca, San Juan de los Lagos, Tijuana y a tiendas selectas en el Distrito Federal. Sin embargo, ésta es una de las razones por las que ahora contemplan con optimismo el futuro, ya que, al contrario de lo que sucede a muchas otras industrias en el país, a los productores de cajeta aún les restan múltiples mercados por explotar, incluyendo el “vecino” país del norte. La exportación pronto se hará una realidad y prueba de ello son las empresas que cuentan ya con el código de barras.

La dulcería es una añeja tradición mexicana con raíces tanto autóctonas como hispanas, y los mexicanos somos golosos dulceros. Por ello, es natural que exista en nuestra ciudad capital, así como en la mayoría de las poblaciones importantes del país, un mercado central de dulces.
El mercado de dulces de la ciudad de México está ubicado en el límite norte del Centro Histórico de la capital, sobre la Avenida Circunvalación, a un costado de la Merced, y ahí puede uno encontrar todo tipo de golosinas, principalmente mexicanas.
Ciento cincuenta y un locales distribuidos en 12 pasillos forman lo que es el mercado original, el cual, a través del tiempo, se ha extendido por los alrededores. Y como en todos los mercados públicos de la ciudad, en el pasillo central hay una imagen de la Virgen de Guadalupe protegiendo el lugar y a las personas que laboran en él.
Originalmente, en los locales sólo se vendían los dulces exhibidos que cabían en la mesa de madera; mas poco a poco, ante la creciente demanda de la clientela, se fueron extendiendo y utilizando cada rincón, cada espacio del mismo, para así poder vende una gran variedad de estos productos.
Como muchas actividades de la vida nacional, la dulcería es de tradición familiar. Así, cada local es manejado por una familia: el padre lo traspasa al hijo, éste a su vez al nieto y así sucesivamente. Y en muchos casos, los dueños de los diferentes locales son parientes entre sí.
El mercado de dulces es el centro de abastecimiento para muchos comerciantes al menudeo establecidos a lo largo y lo ancho de la ciudad, pues es aquí donde vienen a surtirse de las golosinas que expenden. Los dulces empaquetados son llevados directamente al mercado por los fabricantes. Éstos se surten dependiendo del tiempo en el que se vende el producto: una cada semana, otros cada 15 días. Dentro de estos dulces podemos encontrar paletas de todos los tipos, caramelos, chocolates, cacahuates, “miguelitos”, etcétera, de las más diversas marcas. Los dulces típicamente mexicanos también son distribuidos por fabricantes especializados, y son surtidos con una frecuencia mayor, ya que tienen que venderse frescos. Los únicos dulces que hacen en el mercado los dueños de los locales son las frutas cubiertas.

En nuestros dulces típicos podemos hallar una muestra más de la imaginación y de la creatividad de nuestra gente en todas las regiones del país, ya que están hechos a base de los más variados elementos como frutas, nueces, semillas, cactáceas, etcétera, lo que nos habla de cómo se aprovecha todo lo que nos ofrece cada lugar de nuestra pródiga naturaleza. Así, podemos saborear las deliciosas alegrías hechas a base de semillas de amaranto; las coloridas pepitorias, que como su nombre lo indica son elaboradas con pepita de calabaza; las dulces palanquetas, hechas con nuez o con cacahuate; los macarrones de leche azucarada; las cocadas; los variados dulces de leche; los jamoncillos de pepita; el acitrón, producto de nuestras cactáceas; los tamarindos enchilados o salados; las charamuscas estiradas; las trompadas que le rompen las muelas al incauto; todo tipo de frutas cubiertas como calabaza, chilacayote, higo, piña, naranja, tuna, y los limones rellenos de coco. Y cómo olvidar las crujientes morelianas, los pirulís, las jaleas, las obleas, las dulces peladillas y los malvaviscos de diferentes colores, tamaños y formas.
En los alrededores del mercado se han abierto muchos comercios dulceros que no pertenecen al mercado mismo. En éstos, además de encontrar los dulces típicamente mexicanos, podemos adquirir dulces de importación así como cacahuates, almendras y pistaches, canela en rama o molida y chicharrones caseros.
La gente que labora en el mercado de dulces es buena y trabajadora, además de tener un enorme cariño a los dulces y una gran dedicación a su trabajo. Cada local del mercado es una obra de arte pues los dulces se colocan de tal forma que recrean la vista del comprador y despiertan su apetito. El producto debe colocarse de manera tal que permita aprovechar hasta el último rincón del espacio disponible y, a la vez, poder sacarlo sin que se caiga el resto.
A los vendedores no les gusta que los clientes manoseen los dulces, por lo tanto ahí se aplica el tradicional “si no compra, no magulle”.
En este mercado encuentra uno dulces que no están en venta en ninguna dulcería de los supermercados o de las tiendas de autoservicio. El precio no es alto y sólo hay pequeñas diferencias de un puesto a otro. En ocasiones se puede lograr una rebaja si se compra al mayoreo.
Cerca de la Navidad es casi imposible caminar por el mercado, porque los pasillos son muy estrechos y hay muchísima gente.

Curiosamente, en el escudo de Celaya, ciudad natal de la riquísima cajeta, aparece una leyenda que reza: De Forti Dulcedo, que en español quiere decir “de los fuertes es la dulzura”.
No puedo hablar por ustedes, pero para mí la cajeta es uno de esos pocos manjares a los que me aficioné cuando era niña y cuyo vicio no he podido dejar al pasar de los años ni a pesar de los kilos. Esa consistencia tersa que se pega a la cuchara, a las manos y a los labios retándonos a paladearla, es única en el mundo, y su sabor es tan especial que basta cerrar los ojos unos instantes para recrear ese empalagoso deleite.
La cajeta es una golosina que no discrimina edades, fronteras y mucho menos estilos culinarios. No sólo tiene un sabor que embruja a quien la prueba sino que además es el ingrediente principal en una gran cantidad de recetas de repostería de origen tanto mexicano como internacional. ¿Quién no ha probado las deliciosas crepas bañadas en cajeta y adornadas con nuez?
Poco me sorprendió descubrir que la cajeta se fabrica desde la época del virreinato, cuando los españoles que fundaron Celaya trajeron consigo la receta de la leche quemada. Celaya fue fundada en 1570 y fue nombrada “Muy Noble y Leal Ciudad de Celaya de la Purísima Concepción” en 1658, no sin antes sufrir una crisis de identidad por haber sido antes Zelaya y Selaya. Como si ya desde entonces se supiera el importantísimo lugar que ocuparía esta ciudad como productor de una de las reconocidas delicias mexicanas, en su escudo aparece la leyenda De Forti Dulcedo, que se traduce como “de los fuertes es la dulzura” o “la dulzura del fuerte”, ya que el origen de Celaya se remonta a un fuerte que construyeron los frailes franciscanos para resguardarse de las belicosas tribus nómadas de indios chichimecas.
Como ha sucedido en el resto del país, en donde se ha tomado la fruta o producto más característico de la región para crear un dulce típico, la abundancia de cabras fue el factor principal para que Celaya se transformara en el lugar de origen de la cajeta, ya que la leche de este animal es su principal ingrediente.
Año con año y década con década, el original dulce fue ganando adeptos hasta ubicar a la “puerta de oro del Bajío”, como se conoció a Celaya centenares de anos más tarde, en el mapa de nuestros exquisitos dulces regionales. A principios de este siglo era ya tal su popularidad, que cuando en 1910 se instaló en esta ciudad la torre hidráulica vulgarmente conocida como “La Bola”, se decía en broma que estaba llena de cajeta y que bastaba abrir una llave para tomar toda la que se quisiera.
El nombre de este dulce proviene del cajete de madera que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales para envasarla y que le da ese sabor tan especial. Una peculiaridad de estos cajetes, es que tienen cuatro divisiones para separar las diferentes variedades de cajeta que se producen.
Actualmente, la elaboración de este legendario dulce está a cargo de unas 40 empresas familiares que han conservado esta tradición, heredando sus conocimientos de una generación a otra. En estas empresas la cajeta aún se prepara en forma casera, utilizando grandes cazos de cobre en donde, sobre fuego directo, se pone a hervir la leche bronca de cabra. La cajeta se “rinde” con azúcar y carbonato que, además de oscurecerla, ayuda a controlar la acidez de la leche. Con grandes palas de madera, la mezcla se mueve una y otra vez hasta lograr el punto de espesor deseado, entonces se añade el saborizante y la cajeta está lista para ser depositada en los históricos cajetes o en frascos de vidrio.
La producción de este tipo de empresas caseras es de un promedio de 130 litros diarios, que básicamente se distribuyen de forma local, y tienen como principal cliente al turismo que, temporada tras temporada, acude a Celaya para saborear su cajeta. Por esta razón, hacen mejor negocio en la época de vacaciones. La única desventaja que enfrenta la producción tradicional de cajeta, es que ésta se azucara con rapidez, ya que no se le agregan conservadores para no alterar su pureza. Si usted quiere darse un gusto, encontrará la cajeta más fina en expendios como “La Tradicional”, empresa reconocida en Celaya como la que elabora la más pura cajeta.
Como ustedes pueden imaginarse, la demanda de cajeta en el país requiere de un volumen de producción mucho mayor, y fue por eso que desde hace varios años surgieron empresas que pueden producirla en mayores cantidades y que incrementan el tiempo que ésta retiene sus cualidades sin sacrificar tradición ni calidad. De las siete u ocho fábricas que se ubican en la ciudad, la mayoría lleva más de 30 años funcionando, y aunque han modificado ligeramente la receta para incrementar la producción y la vida del producto, el proceso de elaboración es en esencia el mismo.
En su mayoría, estas industrias producen dos tipos de cajeta: la “tradicional”, que es más parecida a la elaborada en forma casera, y la “comercial”, a la que se agrega glucosa de maíz para que conserve por más tiempo sus propiedades. La cajeta tradicional se considera un dulce más fino y se compra frecuentemente como regalo, mientras que la cajeta comercial se vende principalmente a negocios. Esto se debe en gran medida a que la variedad de cajeta comercial puede durar hasta 10 meses sin perder sus cualidades.
Algunas de las cajetas comerciales se elaboran con leche de vaca y no de cabra. De esta manera se logra un producto más económico pero no por ello menos sabroso. Aun valiéndose de métodos rudimentarios para fabricar la cajeta, las industrias de Celaya llegan a producir la muy respetable cantidad de 800 litros diarios.
Las variedades de cajeta de más abolengo son la natural, la envinada, la quemada y la de vainilla, aunque también es posible encontrar de nuez, de piñón, de fresa y otros originales sabores. En los establecimientos más tradicionales la cajeta quemada se logra dejando cocer la leche seis horas en lugar de tres y la variedad que se produce en mayor volumen, casi dos veces más que el resto, es la envinada. Los cuatro sabores tradicionales son los que generalmente se envasan en los cajetes con cuatro divisiones de los que hablamos, pero si van a Celaya encontrarán pequeños cajetes individuales de cada variedad. Eso sí, no vayan a confundir la cajeta que encuentran en el supermercado con la que aquí describo, ya que, aunque es una muestra de la popularidad que logró la cajeta al ser el único dulce regional que se produce actualmente en forma masiva, esta cajeta simplemente no es de Celaya.
Si ustedes son aficionados a los dulces típicos mexicanos, sabrán de sobra que no han sido sólo las cajetas las que han dado fama a Celaya, sino también los dulces que se elaboran ya sea a partir de la cajeta o como variantes del mismo proceso. Los más famosos son los chiclosos, para los que únicamente se deja espesar por más tiempo la leche; las obleas y las miniobleas, que como ustedes seguramente saben son dos obleas rellenas de cajeta; las natillas, que son el dulce más fino que se produce, y los jamoncillos, que se elaboran deshidratando por más tiempo la leche. También pueden encontrar en Celaya las “marinas”, riquísimas bolas de chicloso cubiertas de nuez y, aunque no son dulces típicos de la ciudad, las muy conocidas cocadas, las palanquetas y las pepitorias, amén de un sinfín de variedades más.
Me llamó la atención el trabajo que cuesta encontrar la cajeta original de Celaya en la ciudad de México. Esto se debe a que la mayoría de los fabricantes distribuyen su producto a un puñado de ciudades como Querétaro, Irapuato, Querétaro, León, Salamanca, San Juan de los Lagos, Tijuana y a tiendas selectas en el Distrito Federal. Sin embargo, ésta es una de las razones por las que ahora contemplan con optimismo el futuro, ya que, al contrario de lo que sucede a muchas otras industrias en el país, a los productores de cajeta aún les restan múltiples mercados por explotar, incluyendo el “vecino” país del norte. La exportación pronto se hará una realidad y prueba de ello son las empresas que cuentan ya con el código de barras.
GASTRONOMIA

El fríjol, el maíz y el chile (ají) son la santísima trinidad de la culinaria azteca y arrancan más de una plegaria u oración, a los fieles devotos que se congregan en restaurantes y fondas para rendir culto a deliciosas tortillas y tacos, enchiladas y quesadillas, entre otros platillos. Una de las recetas emblemáticas es la tortilla de maíz que se sirve acompañada de una salsa casera o cruda, preparada con tomate verde, jitomate y chipotle (una variedad de chile). Igual de sugestivos son los chiles rellenos, ajíes repletos de queso, pescado o mariscos, además de llevar granos de elote (maíz tierno) y calabacitas, entre otros ingredientes.


v t Tamales de cilantro y nuez
v t Chicharrón en salsa verde
v t Mixiotes de conejo
v t Truchas estilo Malinalco
v t Nopalitos en chipotle
v t Huitlacoche con crema
v t Chilaxtle
v t Chalupas mexicanas
v t Caldo de indianilla
v t Fritada de ranas
v t Chicharrón con huevo
v t Chorizo de Toluca
v t Tamales
v t Merengues.
MUSICA
Básicamente se bailan danzas con origen prehispánico, llamadas "danzas de conquista". Ejemplos de ellas son las danzas de Moros, de Concheros, de Matlachines y otro tipo de danzas como Xochipitzahuatl, que es una danza fálica propisiatoria. Por cierto, la música tradicional del Veracruz es mas el Son Jarocho y las décimas, que tambien se usan en el huapango.
Música Popular, Bailes y Traje Tipico del Estado de México
MUSICA POPULAR
La bella música tradicional de la entidad está representada por bandas de aliento, corridos, sonajeros y concheros; además existe música indígena interpretada con teponaxtle y huehuétl.
TRAJES TIPICOS
El traje típico del Estado de México es una mezcla del traje otomí y del mazahua.
MUJER.
La mujer usa blusa de cabeza de indio, quesquémetl o rebozo, y faja o chinchote en la parte inferior. Como calzado usa huaraches.
HOMBRE.
Por su parte, el hombre lleva un traje de manta, paliacate, sombrero de paja y calza huaraches.

BAILES
Donde se realizan evoluciones complejas de gran colorido y que en la época prehispánica, se realizaban en las festividades en honor de Xochipilli, Dios de las Flores.
v El Danza de los Arcos
v Danza de las Cintas
v Danzas Prehispánicas:
v La Firma
v Cojito
v Cascabel
v Aguila Blanca
v Chipe

v Paso de Camino
v Palomo
Música Popular, Bailes y Traje Tipico del Estado de México
MUSICA POPULAR

TRAJES TIPICOS

MUJER.
La mujer usa blusa de cabeza de indio, quesquémetl o rebozo, y faja o chinchote en la parte inferior. Como calzado usa huaraches.
HOMBRE.
Por su parte, el hombre lleva un traje de manta, paliacate, sombrero de paja y calza huaraches.

BAILES
Donde se realizan evoluciones complejas de gran colorido y que en la época prehispánica, se realizaban en las festividades en honor de Xochipilli, Dios de las Flores.
v El Danza de los Arcos
v Danza de las Cintas
v Danzas Prehispánicas:
v La Firma
v Cojito
v Cascabel
v Aguila Blanca
v Chipe


v Palomo
CULTURA
Cultura de Estado de México
En el Estado de México aún habitan descendientes directos y hablantes de la lengua nativa de algunas de las tribus que habitaban la zona a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI. Mazahuas, Matlatzincas, Nahuas, Otomíes y Tlahuincas habitan las localidades de Teotenango, Valle de Bravo, San Felipe del Progreso, El Oro, Jocotitlán, Villa de Allende, Atlatcomulco, Almololya de Juárez, Texcoco, Tenango del Valle, Amecameca, Toluca, Metepec y Ocuilan, principalmente.
Gracias a este mosaico de culturas vivas, en el Estado de México se mantienen vivas muchas costumbres y tradiciones de nuestrospueblos ancestrales, como son la celebración de antiguas fiestas religiosas paganas o las resultantes de la mezcla de estas con las enseñanzas impuestas por los misioneros católicos, el más claro ejemplo está en la Celebración del Día de Muertos, en donde la antigua percepción indígena del suceso era el de un estado consecuente y festivo en la vida de cada individuo y cada familia, razón por la cual se organiza una gran fiesta para velar a los que ya están en la siguiente etapa. También se celebran con importancia en el estado, la Semana Santa y la Hermandad de los Crucíferos.
La gran extensión y diversidad que alberga el Estado de México hace imposible que hablemos de una gastronomía generalizada para toda la entidad, a excepción claro está del uso preponderante del maíz en la dieta de todos los mexicanos del país, ya que tendríamos que obviar las características muy peculiares de cada comunidad como es el caso de Aculco, cuyos productos lácteos y en particular sus quesos, son gran motivo de orgullo local y reconocimiento regional. Naucalpan de Juárez es un pueblo “añejo” y por lo tanto es muy celoso en la protección de antiguas recetas culinarias como los platillos preparados a base de carne de venado, conejo, gusanos de maguey, armadillos y charales entre otros. Mientras que Toluca es famosa por su chorizo toluqueño, cuyo ingrediente secreto es el chile jaral y vinagre; además de los ricos tacos de plaza y guisos con un poco de carne de res o cerdo cuya base es el resto de verduras y condimentos que le dan su peculiar y exquisito sabor.
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